jueves, 14 de mayo de 2009

Llegamos a Arua, allí empezaremos a currar...

Es paradójico contar una anécdota de cómo se viaja en África, cuando lo extraño en el mundo es viajar como en Europa.

Al subir al autobús (y eso que era de los de calidad y que la carretera era la mejor de Uganda), se confunde gente, maletas e incluso animales. Viajar no es cualquier tontería y menos en un viaje de 7 horas (para 400 km, una gran carretera), así que el mozo del bus pidió con voz clara si alguien quería rezar. Y los que se lo saben, no dudaron en hacerlo. Imaginad a un tío en medio del bus pidiendo por tener un buen viaje en voz alta. Eso es algo que se ha olvidado en Europa.

El viaje fue movidito por los baches, pero llevadero. En el asiento íbamos bien apretaditos y sudaditos Bea, Manolo (un salamantino que ha vivido ocho años en África que nos ayuda y con el que estamos currando estos días) y yo. Vimos el verdor ugandés, las aldeas de su campo y cruzamos dos veces el Nilo, ¡impresionante!. Dos babuinos y antes de cruzar la segunda vez el río…¡un elefante! Nunca habíamos visto un elefante africano. Es de los animales más bonitos que existen. Me recuerda a Dumbo. Llegamos ya de noche a lo que iba a ser nuestra casa los próximos días, un complejo de la diocésis, un lugar bastante lujoso, muy parecido al complejo de la Dharma Iniciative (inciso friki).

No hay comentarios:

Publicar un comentario